jueves, 30 de noviembre de 2006

OTRO ARTICULO MAS DEL FRACASO LLAMADO FOX

El alto vacío

Porfirio Muñoz Ledo

30 de noviembre de 2006

Conforme la Constitución lo establece, hoy a las 12 horas expira el mandato de Vicente Fox. Periodo, si lo hubo, colmado en sus inicios por la esperanza de cambio en todos los órdenes de la vida nacional. Nada menos que la primera alternancia pacífica del Ejecutivo federal en nuestra historia como país independiente: la primera ocasión en que se transfiere el poder nacional de un partido a otro sin el recurso de las armas.

La inmensa desproporción entre las expectativas que generó tal hecho histórico y el indecible desastre en que termina esta gestión de gobierno es el eje que orienta la condena unánime de la crítica. No he encontrado en la prensa nacional un solo comentario favorable y ni siquiera indulgente.

Apenas en las columnas financieras aparecen datos positivos aunque escuetos, con el ánimo evidente de estimular a los inversionistas. Todos los analistas coinciden sin embargo en que este fue el sexenio de las oportunidades perdidas.

Cualquiera que sea el ángulo desde el que se contemple la conducta de Fox, la conclusión es negativa. Las cifras macroeconómicas no sirven para ocultar la falta de crecimiento, el dramático descenso en el empleo, el incremento exponencial de la migración, la ruina de la educación pública, el deterioro de las instituciones, la metástasis de la corrupción y el fracaso contundente de la política exterior.

Resalta sin embargo el retroceso del Estado frente a los poderes fácticos: la dependencia servil ante el interés extranjero, el predominio deliberado de los monopolios sobre el mercado y sobre la conciencia pública, la extensión del crimen en todas sus expresiones y el señorío del narcotráfico sobre los poderes públicos en todo el territorio de la nación.

Semejante derrota obliga a trascender el enjambre interminable de adjetivos que a lo largo de estos días se han destinado a la persona y a la conducta del Presidente. Hay coincidencia en que se trata de un personaje burdo e inconsistente, ignorante y locuaz, sectario y visceral, improvisado y mañoso. Pero lo más relevante es la patética ausencia de visión del Estado y de respeto por la historia. La palabra que mejor lo describe es deslealtad, a los ideales, a los compromisos, a sus amigos y al país entero.

La pareja presidencial seguirá dando motivo para una variada literatura, rayana en lo procaz. Se insistirá en el sainete, olvidando tal vez el drama. Con el tiempo, la historiografía será más rigurosa y dará cuenta, no sólo de las dimensiones del fracaso, sino del vuelco inesperado que nuestro personaje, en apariencia inofensivo, le imprimió a la trayectoria del país.

Habrá que apartar la paja del discurso y obviar la falsa salida de la burla para encontrar el hilo del proyecto que finalmente se tejió desde Los Pinos. ¿Es la incompetencia política la causa de este viraje o se trata de un plan premeditado para conducir a México hacia la derecha? ¿Creyó alguna vez Fox en la transición democrática y en la obligación ineludible de consolidarla o el propósito era impulsar una transición dinástica, que saciara la revancha reaccionaria contra el antiguo régimen, socavara la laicidad del Estado y entronizara al partido conservador a conducción del país por una generación?

Parece cuando menos sospechoso que la primera oferta del Presidente haya sido la reforma del Estado, que la haya pospuesto más tarde y enterrado definitivamente mediante la imposición de un sucesor y la violación del sufragio público. Basta comparar la prosa elevada que empleó Fox al inicio de su mandato con los grotescos chascarrillos en que naufragó su gestión.

En el umbral del sexenio formuló propuestas de este talante: "La sociedad votó por un cambio en las normas, instituciones y objetivos, no sólo por un cambio del grupo en el poder", "Es necesario sustituir la lógica tecnocrática que dejó todo el mercado", "La mejor manera de honrar la Constitución es procediendo a su revisión integral", y esta otra que hoy parece inverosímil: "Otorgo la más alta prioridad a la integración de una gran patria latinoamericana".

Pensar que no emprendió esas transformaciones por falta de operación política o por carencia de mayoría parlamentaria sería una ingenuidad. Recuerdo vivamente la reacción entusiasta de los representantes de los partidos y de los gobernadores cuando Fox enunció la propuesta de abolir el pasado y proceder a la reconstrucción del consenso nacional y a la redefinición constitucional del Estado.

Ha dicho José Agustín Ortiz Pinchetti que fue un momento plástico, inolvidable e irrepetible, que nos colocaba en el nivel de las más exitosas transiciones democráticas contemporáneas. Ahora estoy cierto de que ese discurso no fue sino la máscara de propósitos distintos, que se fueron revelando después. También estoy cierto de que muchas de esas transformaciones eran posibles, pero que a la intención política subyacente le estorbaba la reforma de las instituciones.

Muy pronto el gobierno se instaló en la manipulación mediática y en el desprecio al llamado "círculo rojo", que era el destinatario del mensaje original. La obsesión de concretar las reformas neoliberales se volvió primera prioridad del gobierno, y el fracaso de las complicidades vergonzantes con las cúpulas del PRI no dejó otra esperanza de aprobarlas que el triunfo del PAN en las elecciones intermedias.

Como el electorado no decidió "quitarle el freno al cambio", Fox dirigió todos los recursos a su alcance para destruir políticamente al jefe de Gobierno del Distrito Federal y apuntalar la prolongación de su partido en el poder. Lo que él llamaba entre los más próximos "su reelección", versión que hace días confirmó públicamente con la frase "Gané dos elecciones". A confesión de parte, relevo de prueba.

Se discute cuál es la frase más perdurable de este sexenio. Las finalistas son: "Comes y te vas" e "¿Y yo por qué?". La primera como ejemplo inimitable de vulgaridad y de sumisión al poder imperial y la segunda como signo de irresponsabilidad política. Si una sintetiza su dependencia política y mental, la otra pinta la desolación de la impotencia. Dos renuncias: a la soberanía interna y externa del país.
Poco antes de morir Adolfo Aguilar Zinser me reprochaba que prosiguiera mi diálogo con Fox, por la sencilla razón de que lo consideraba absolutamente inútil. Su argumento: "No te has dado cuenta que Vicente no existe, pertenece a quien lo habita". Me recordaba además el mote que circuló por los caminos de Guanajuato cuando Fox y yo competíamos por la gobernatura: "El alto vacío". Definición radical que el tiempo verificó.

En esa virtud, más allá de tramas palaciegas y de alianzas inconfesables, está el hecho mayor que domina la vida pública del país: la formación de una formidable coalición de fuerzas de derecha que envolvió al presidente del cambio y pretende dictarnos a todos el rumbo del país. Derrotarla es el deber de los demócratas mexicanos.

Vicente Fox, el fracasado

Martí Batres Guadarrama

En agosto de 2000, el día en que fueron elegidos los coordinadores parlamentarios del PRD, un alto dirigente de este partido llegaba a una reunión nocturna de un grupo de legisladores, después de acompañar a Vicente Fox en una gira por Sudamérica. Llevaba el semblante iluminado y decía con gran convicción: "Fox puede hacer cosas muy importantes, está empeñado en ser como Nelson Mandela".

Hoy es el último día del sexenio de Fox. Nunca se aproximó ni de lejos a Mandela. Por el contrario, nada digno, nada significativo, nada para el buen recuerdo ocurrió en este sexenio. Ni una sola gesta que permita a los mexicanos cargar el estandarte de Fox en algún momento. Ni una sola gran empresa, gran obra o gran transformación, nada. Hoy llega a su fin el gobierno de un Vicente Fox tonto, ridículo, traidor y fracasado.

Para vergüenza de México, para la pena ajena que sentimos todos los mexicanos, se consagró como el presidente más ignorante de toda la historia de México. Así lo recordaremos: como aquel que reconoció las aportaciones de los hermanos José y Clemente Orozco, que evocó al premio Nobel Carlos Fuentes, que saludó a la República Checoeslovaca después de su división, que recordó la expropiación petrolera de 1936, o que citó al escritor José Luis Borgues. Fox es el personaje ridículo que habló de unificar las dos Coreas, que visitó al rey de España para presumir sus botas de charol, que se peleó con Maradona, que besó el anillo al Papa. Es el ridículo que impulsó las condenas a Cuba por violación a los derechos humanos, y termina su sexenio con cientos de presos políticos, desaparecidos y asesinados. Es el personaje perverso que declaró que había que ayudar al presidente de Cuba a morirse, que permitió a Tv Azteca tomar las instalaciones de Canal 40, que saludó el golpe de Estado contra Hugo Chávez, que detuvo a ciudadanos españoles, los metió a la cárcel o los deportó acusándolos de terroristas. Fox es el perverso que dejó escapar al Chapo Guzmán. Fox es el perverso que dedicó la mitad de su sexenio a atacar al Gobierno del Distrito Federal mientras florecía el narcotráfico en el norte y el sureste del país. El que quitó a las televisoras la obligación de pagar impuestos por el uso del espacio aéreo de la nación. Es el traidor que prometió en campaña no aumentar los impuestos y apenas llegó a la Presidencia propuso poner IVA a medicinas y alimentos; es el gran traidor que prometió meter a Carlos Salinas a la cárcel y se lo trajo de asesor y liberó a su hermano Raúl Salinas. Fox es el gran traidor que llegó al gobierno con el voto ciudadano y realizó desde el poder el desafuero de Andrés Manuel López Obrador y más tarde el fraude electoral para despojarlo de su triunfo.

Fox es el gran corrupto que alentó el enriquecimiento desmedido de su esposa y sus hijos, que puso los contratos de Pemex al servicio de sus socios, que elevó el gasto personal y familiar a costa del erario como no había sucedido desde la época de los Salinas y los López Portillo, que generó con su círculo cercano una camada de nuevos millonarios a costillas del presupuesto. Fox nos deja en el recuerdo el toallagate, las cirugías plásticas en Pemex, las propiedades de Francisco Ortiz, el vestuario de la señora Marta, la remodelación de su rancho con recursos públicos, los hoteles alquilados por Reyes Tamez, los salarios de medio millón de pesos mensuales a los ministros de la Corte, las gasolineras de Mouriño, los contratos de Hildebrando, su hermano en el Fobaproa, los vínculos de Sergio Estrada Cajigal con el narcotraficante El Azul, el tráfico de influencias de Guido Belsasso, los 65 viajes al extranjero de Julio Frenk, los desvíos del Fonden de Sandra Segura, los dólares de la hermana de Santiago Creel, el zoológico de sus hijas.

Fox es el rey de la impunidad. Los grandes corruptos del pasado y del presente no pagaron pena alguna. Luis Echeverría siguió libre, Nazar Haro regresó a su casa, Oscar Espinosa Villarreal fue absuelto; Arturo Montiel vive tranquilo con todas sus residencias. Nadie pagó por los delitos relacionados con el Pemexgate. Nadie está en la cárcel por la red delincuencial de Amigos de Fox. Diego Fernández de Cevallos puede ayudar al cártel de Juárez y no pasa nada. Ulises Ruiz puede matar y no pasa nada. Víctor Flores es el líder sindical consentido del sexenio. Ninguno de los peces gordos del Fobaproa tuvo que enfrentar a la justicia. Fox es el que declararía empresario modelo a Kamel Nacif.

Fox es el tonto agresivo que le dijo a Fidel Castro "comes y te vas", que llamó a las mujeres mexicanas lavadoras de dos patas, que afirmó que los mexicanos hacían trabajos que "ni los negros querían hacer", que señaló que nos querían engañar "como viles chinos". Es el inepto que tuvo en sus manos los excedentes petroleros más altos de la historia, y que dejó a Pemex con la deuda más grande de su historia, al país con un gasto corriente acrecentado y desmedido al estilo de los verdaderos gobiernos populistas y con una inversión productiva congelada en su crecimiento. Es el fracasado que quiso que la economía creciera 7 por ciento y no pudo; es el fracasado que quería un acuerdo migratorio con Estados Unidos y obtuvo un muro fronterizo, y el que deseaba pasar a la historia como héroe de la democracia y se convirtió en un vulgar delincuente electoral.

Así termina Vicente Fox. El tonto que no supo aprovechar su oportunidad histórica, el que no logró nada, el traidor a las grandes causas que lo llevaron al poder, el corrupto que corrompió todo lo que tocó, el cobarde que se arrastró ante los poderosos. El inepto que hizo crecer el narcotráfico y la violencia. El incapaz que pensó que gobernar era sacar espots. El enemigo de la democracia que hizo renacer la institución del fraude electoral. En fin, el iluso que pretende que su gran obra fue designar sucesor a un fanático de la derecha primitiva. Adiós, Fox. Sí te vamos a recordar.

Intervención del Diputado Gerardo Fernandez Noroña