miércoles, 22 de noviembre de 2006

POLITICOS

Arnoldo Kraus

En la vida hay incontables circunstancias que a pesar de ser difíciles de comprender, y con frecuencia dolorosas, son necesarias. La vida es eso: la suma de buenos y malos eventos. Son comprensibles los fallecimientos de los seres queridos cuando viejos, los abortos inducidos o producidos por la sabia naturaleza cuando los productos presentan malformaciones y la eutanasia activa cuando la vida semeja más a la muerte que a la vida. Lo mismo sucede con algunos de los estragos producidos por la naturaleza, que, en ocasiones, modifican el entorno biológico para evitar mayores desastres en el futuro.
La inmensa mayoría de los políticos ­enumero mis dedos para saber cuántos se salvan­, esa subespecie humana tan compleja y repugnante, es también un mal necesario. Conforme pasa el tiempo, y entre más intento comprender qué es lo que sucede, entiendo que su forma de percibir y manejar el mundo es cada vez más incomprensible y más nefasta. Quisiera hacer un parangón entre el crecimiento de la ciencia, de la tecnología, de las comunicaciones y de la medicina con la sabiduría política. No hay tal: mientras que las primeras se nutren de sus abrevaderos, sin cesar los políticos decrecen como personas; su amoralidad, su falta de lucidez, de cultura y de dignidad es sino de su modus vivendi y carga para la sociedad.
Lo que más sorprende y asquea no sólo es su olímpica ineptitud. Sus impericias e incapacidades para lograr acuerdos y mejorar la marcha de la sociedad son nefastas: el mundo, su mundo, es un espacio cada vez menos habitable, más inseguro y más poblado por pobres. Ni qué decir de la justicia, de la libertad o de la ética; en el lenguaje político esos bienes son mera entelequia. Si algo consuela es que la inmensa mayoría de la ralea política es idéntica. Padecemos el mismo mal mexicanos, rusos, israelíes, estadunidenses e iraníes. Esa circunstancia permite afirmar que al igual que la mayoría de los cánceres de estómago son similares, lo mismo sucede con los políticos. Si bien no consuela la máxima "mal de muchos consuelo de tontos", al menos abriga y reconforta un poco la idea de que los mexicanos no padecemos más con Marta y Vicente Fox, que los rusos con Vladimir Putin o nuestros vecinos con George W. Bush.
En más de una ocasión he escuchado que la política se opone a la moral como la filosofía a la ingenuidad. Magnífica idea: muchos lectores intentan atrapar y entender la realidad, y, en caso de que sea prudente, buscan modificarla con fines benéficos. Quienes no leen, o no entienden, o basan sus decisiones en el poder ciego, desconocen lo que implica ser moral y, por extensión, de sus deberes primigenios: cuidar y velar por sus ciudadanos, por "su gente". Así como estoy seguro de que la mayoría de los seres humanos que tienen la suerte de poder leer admiran a algunos escritores y artistas, no dudo que ese mismo grupo carece de políticos a quienes imitar.
Tres citas para darles peso a las ideas anteriores. De Emmanuel Lévinas: "Leer es, en efecto, mantenerse por encima del realismo ­o de la política­, de nuestra preocupación por nosotros mismos". De la sociedad y "un poco" mía: En la inmensa mayoría de los políticos, su grosera incultura en un sinnúmero de ámbitos les impide construir naciones y sociedades justas, amén de que corrompen y violan incontables principios morales. Por último, algunas lecciones de GK Chesterton provenientes de El hombre que fue jueves; en esa obra el detective que se incorpora a la mafia comprueba, paso a paso, cómo la mayoría de los dirigentes principales del grupo no son más que policías ­y sin duda políticos­ infiltrados.
La suma de las ideas previas retrata bien lo que acontece con los políticos: son ineptos porque no leen, son corruptos porque la amoralidad caza bien con la incultura y son jueves ­pero también lunes, agosto, siglo XXI y eternidad­ porque, en muchas ocasiones, los derroteros de las mafias son similares a las vidas de los políticos.
Si bien es cierto que la política es un mal necesario, es incomprensible que pasados los años los gobernantes actuales reproduzcan las mismas canalladas y obscenidades de los de antaño. Es inentendible que el progreso de la humanidad en tantos rubros no haya llegado al mundo de los políticos, y es lamentable que sean tan escasos los políticos a quienes admirar.
Sabemos más, por fortuna, de muchas cosas, pero, también sabemos que el mundo como casa y el ser humano como habitante de esa casa se han deteriorado en buena medida por la ineptitud de los políticos. La pregunta no es sólo qué se puede y qué se debe hacer para evitar que el mundo y nuestra especie peligren cada vez más, sino, qué es lo que se tiene que hacer para que la subespecie de los políticos modifique su ser.

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Intervención del Diputado Gerardo Fernandez Noroña