Pablo Gómez
México parece un país sin problemas reales. De repente, lo que más se discute en toda la prensa es lo que puede ocurrir o no el primero de diciembre. El acto de protesta de un nuevo mandatario es, al parecer, más importante que cualquier otra cosa. La parafernalia aparece como un fin del Estado.En realidad, el asunto carece de importancia. Nada pasaría si Calderón no protestara en sesión solemne en San Lázaro, pero mucho va a pasar si el PAN se sigue negando a apoyar una reforma electoral, por ejemplo. Si hubiera disturbios en el Palacio Legislativo sólo se manifestaría la misma situación que ya conocemos y hemos vivido en los últimos meses.Algunos suponen que el rito hace la realidad y no al revés. Por más que Calderón pudiera protestar y decir algo en San Lázaro, por más que el rito fuera salvado, la situación política del país no cambiaría gran cosa. Lo que se lograría —y tal es lo que algunos buscan— es actuar como si nada grave ocurriera en el país, como si el resultado de la elección no hubiera sido objetado.El embajador de Estados Unidos lo dice a su manera: “no vengan a Mexico City”; con lo cual, no se aguanta las ganas de intervenir en la política mexicana.Quitar de la vista lo que molesta no es más que esconder lo que existe. Negar que el país tiene graves problemas es la manera más torpe de conducir la política. En lugar de hacer propuestas, Calderón lanza a sus perros de caza a amenazar a los contarios, mientras el gobierno que está por terminar afirma con cinismo que hay que respetar la voluntad de la mayoría, lo que justamente es el contenido de la disputa política del momento.No hay más que un planteamiento frente a la situación: que el PRD se porte “bien”. No hay ideas, no hay propuestas, no hay ofertas. El PRD, por su parte, ha presentado varias iniciativas de reforma constitucional para establecer el plebiscito revocatorio, realizar la reforma electoral y poner un tope máximo a los sueldos de todos los servidores públicos del Estado mexicano. La respuesta de Calderón y su partido ha sido un silencio abrumador.La lucha política no debería consistir en callar ante las propuestas del otro, sino en hacer otras propuestas o admitir las de los contrarios. Lo que no existe en el México de nuestros días es el diálogo político, entendido éste como la lucha civilizada entre diferentes. La parafernalia no es un verdadero diálogo sino una ausencia de intercambio de ideas, una manera de decir que todo está bien aunque todo se encuentre mal.
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